Hoy quiero reflexionar con todos vosotros sobre cómo podemos mejorar la rentabilidad de nuestras formaciones.

Y no me refiero al tema económico exclusivamente sino a los resultados tangibles. A comprobar que lo aprendido se está aplicando para aumentar la productividad y el bienestar de nuestros equipos.

3 REQUISITOS DE LA FORMACIÓN DEL SIGLO XXI

1. Foco en las personas. El participante es el protagonista. Hemos de priorizar APRENDER VERSUS ENSEÑAR.
¿Cómo podemos aportar valor a nuestros participantes? Deberemos haber investigado previamente sus necesidades específicas a nivel colectivo e, idealmente, a nivel individual (cuando sea posible).
Siempre me gusta explicar en mis clases que tengo un GUIÓN FLEXIBLE, muy FLEXIBLE. Porque serán los alumnos quienes me indicarán dónde poner el énfasis, qué prácticas potenciar y qué contenidos refrescar.

2. Interacción y aplicabilidad. Todo debe ser útil!!! La teoría está en Internet y en las redes sociales, que nos informan de forma actualizada sobre los últimos avances en cada tema. ¿Qué sentido tiene una clase magistral basada en conocimientos objetivos? ¡Ninguno!
Los contenidos de nuestras formaciones han de adaptar la teoría a la realidad del participante y sobre todo, trabajar la aplicabilidad y demostrar que su puesta en práctica les garantizará mejores resultados profesionales y personales. Para ello, una vez más, el participante y su realidad son los protagonistas.
El diálogo debe ser constante. La interacción debe estar en línea con la tecnología digital vigente. Numerosas aplicaciones como Kahoot, Mentimeter, Feedbalia, Trello, Mindmeister, Slack… nos permitirán dinamizar y gamificar el aprendizaje.
El formador del siglo XXI potencia la memorabilidad de los conocimientos compartidos a través de la práctica. Lo dijo ya Edgard Dale con su conocida y cada vez más vigente, Teoría del aprendizaje: recordamos 75% de lo que hacemos/practicamos (aprendizaje activo) y solo el 5% de lo que escuchamos (aprendizaje pasivo). Las nuevas generaciones escuchan de forma más selectiva, son más activos y más impacientes. Y todos en general somos más exigentes, estamos rodeados de multitud de estímulos y solo recordaremos aquello que nos ha impactado emocionalmente.
La experiencia personal, la práctica de lo aprendido es emocional, por ello, es más eficaz, más productiva y más rentable.

3. Evaluación continua durante la formación y Seguimiento individual después.

Los cursos presenciales y on-line nos sirven para:
a) Ser conscientes de lo que ya estamos haciendo bien, con el fin de seguir potenciando nuestros puntos fuertes.
b) Definir nuestros objetivos de mejora. Objetivos personalizados, diferentes para cada persona porque su realidad laboral es diferente.
En mis formaciones siempre impulso a los participantes a realizar su Plan de Acción de Mejora. Y este plan debe ser reforzado con el Feedback del formador tras 3 semanas de práctica.
Todos sabemos que necesitamos como mínimo practicar 21 días para generar un hábito, par desaprender y reaprender. En una palabra, para mejorar. Es en este momento, una vez interiorizados los conocimientos y una vez demostrada su efectividad, cuando podemos comprobar la rentabilidad de la formación. Es en este momento cuando nos sentimos satisfechos y cuando el esfuerzo realizado tiene sentido. ¡Bravo!

Por supuesto, deberemos seguir evaluando los resultados de la formación de forma periódica y preferiblemente dentro de la empresa.

¡Bienvenido al mundo de la Formación aplicada e interactiva del siglo XXI!